El mejor trabajo del mundo.

Autora: Kimberly Domínguez Medina

Hay ocasiones en la vida donde me siento que soy masoquista. Pensar en barras, restaurantes y servicio al cliente es una de esas ocasiones.  Y es que no sé si saben, pero trabajar con personas que tienen hambre puede llegar a ser verdaderamente retante. 

Trabajar en restaurantes me ayudó a desarrollar mi paciencia. Con decirles que me dijeron puerca por tardarme 11 minutos en llevar un café y dije: ¡Gracias!

Llegó a ser completamente normal para mí, que las personas me pidieran fettuccine, repetir 300 veces: ¡Claro, para usted fettuccine! Y cuando llegaba el plato me insultaran porque era pasta penne. Yo con cara de burrito de Shrek aceptando toda mi culpa por ordenarles la pasta que no era. Aunque Dios, tu y yo sabemos que yo no soy la loca. 

En fin, tantas historias y tantas anécdotas que contarles. Pero les decía, me siento masoquista porque a pesar de todo me encantaba. Yo llegaba contenta a escuchar el chisme del día, a preguntar que gerente estaba en ese momento (solo para saber cuánto podía miquear) a cuadrar la salida para el puesto más cercano cuando terminara el turno para 2 cervecitas, amaba cuando me agradecían por la labor realizada, cuando personas escribían o llamaban a gerenciales para agradecerles por el servicio. Vi crecer niños, vi florecer amores, fui parte de varias peticiones de matrimonio, perdí la cuenta de los cumpleaños que canté, perdí la cuenta de las bodas en las cuales trabajé. Me encantaba que mis invitados fueran parte de mis sueños o simplemente amaba llegar a descubrir que me pasará hoy.                                           

La vida de un bartender o mesero puede ser realmente excitante vives tanto a $2.13 la hora que a veces no sabes cómo agradecer al señor tanta dicha. 

  • ¿A $2.13 la hora? 

  • Sí, claro que sí

  • ¿Qué realmente no es eso lo que generas gracias a tus propinas? 

  • ¡Claro que no! 

  • ¿Que pienso la propina NO debe ser obligatoria?

  • ¡Pues, también!

Pero así como digo una cosa, digo la otra. Si todos y cada uno de nosotros tuviéramos la experiencia, una sola, en servicio al cliente alguna vez en nuestra vida laboral viviríamos en un mundo mejor. 

Todo lo que hay detrás, lo que no vemos es el trabajo duro para que el invitado disfrute su boda, su aniversario, su cumpleaños, su divorcio, cualquier celebración que tengas o cualquier servicio que necesite. Para que tengas un vaso de agua en tu mesa; el mesero tiene que ir al “beverage” a buscar y llenar tu vaso. ¡Fácil no! Bien, ahora imagina que llegas al “beverage” no hay vasos, ni hielo. Entonces buscas los vasos limpios (si hay) si no, te toca esperar y si hay fila te toca la próxima vuelta porque hay más meseros esperando. Aja, comienzas a llenar los cubos grandotes de hielo para llevarlos, los cargas (pesan como loco), los llevaste a el “beverage” y hay compañeros esperándote con sus respectivos vasitos. Tuviste suerte, llegaron los vasos y te dejaron. ¡Lo lograste! Llevaste tu vasito de agua con limón (no falla) y cuando llegas tu invitado te dice: “Espera mamita, (porque no se aprendió tu nombre) no te vayas.” 

Te aguanta por el brazo, se toma el agua como quien lleva meses en el Sahara, sin respirar y cuando termina te dice: “Ya puedes traerme más. ¡Gracias!” ¿Qué harías? Yo quise matarlo, agarrarlo por los tres pelitos que tenía y decirle hasta perro muerto, pero dije: “Claro que sí, no hay problema vengo ya”. Mientras tenía 8 mesas esperando por mí y una comida enfriándose en la línea porque le caía mal a la “runner”  y no me la llevaba. 

¡Ah! Porque eso es otra cosa, voy a descubrir un secreto de la vida. Tal vez alguno de ustedes le explotara la mente, algo que no podrán creer. ¿Listos? El 90% de las veces que su comida llega fría no es culpa del mesero. Sí lo sé, sé que ni se lo imaginaban, es más fácil echar la culpa al que ven, que al que no. Puede que la cocina esté atrasada, puede que el plato esté en otra mesa y alguien más se lo esté tragando (probablemente el que dijo fettuccine y era pasta penne) o puede que este muriendo en la línea porque le caes mal al “runner” y sabe que tú culparás a tu mesera con todas las leyes que te protegen. O simplemente tu mesero esta arroyado hasta el cuello y se le olvidó llevarlas (ese es el 10% restante). Me disculpo con la cocina por estas revelaciones. No puedo tirarle toda la tierra a ellos, también tienen sus retos. Con solo pensar todas las veces que se me olvidó ordenar un plato u ordené lo que no era, pues me compadezco de ellos y les doy un aplauso de pie. ¡Seguimos!

Harta de todo esto y deseosa de crear me cambie a lo verdaderamente bueno. La barra. Pensaba que me iba a librar, pero no. Ahora no solo servía comida, si no también cócteles y los hacía. Ahora no solo atendía personas hambrientas, si no embriagadas. Ahora sería sicóloga, tapadera de cuernos, detective, lambe ojos, creadora de nuevos cócteles, en fin. 

Ahora sí que mi vida sería excitante, pero yo estaba feliz ¿Saben por qué? Porque llegaba a mi casa con dinerito para la renta, la luz, el agua, Marshalls, la universidad y una cervecita. Porque como diría mi mamá: “El dinero no es el camino a la felicidad, pero te deja a la vuelta de la esquina.”  

P.D La mayoría del dinero generado lo tiene Medalla, soy una periodista y bartender feliz y pelá a la que realmente le encanta crear cócteles y el servicio al cliente. Créanlo o no. 

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Sobre la autora:

Una joven millenial que se encuentra perdída en el renglón generacional. Amante a los elefantes, el amarillo y la radio. Periodista, graduada de la Universidad del Sagrado Corazón. Madre, educadora y soñadora. 

Se desempeñó en la industria de restaurantes y hoteles por 7 años destacandose como bartender, mesera y gerencial. Actualmente, desarrolla una plataforma (Embarrá) donde se integra el periodismo, las entrevistas y la coctelería. Además, ha realizado entrevistas y reportajes para diferentes plataformas digitales. 

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